metabolismo músculo









La idea de este post es la servir de punto de partida para aclarar las principales cuestiones relacionadas con el metabolismo y de paso desterrar las ideas erróneas arraigadas tras comentarios que se escuchan de manera demasiado frecuente por personajes cuyos conocimientos de bioquímica y nutrición distan mucho de ser los adecuados

Es importante partir de la base de que la complejidad de los procesos que tratamos de estudiar y a veces de simplificar en exceso (catabolismo = malo, destrucción de la masa muscular; anabolismo = bueno = desarrollo) nos llevarán seguramente a nuevas cuestiones, las cuales a su vez harán que debamos (si podemos) profundizar en cuestiones complejas y establecer un debate sobre aspectos específicos de esta materia.



Podemos definir el metabolismo como el conjunto de reacciones químicas que tienen lugar en nuestro organismo. También el término puede referirse al conjunto de transformaciones químicas de una célula específica de nuestro cuerpo. El término metabolismo basal se usa frecuentemente para establecer la cantidad mínima de energía que el cuerpo humano necesita para sobrevivir durante 24 horas en ausencia total de actividad física, tumbado y relajado a 25 º C.

Sea como fuere cuando hablamos de metabolismo nos estamos refiriendo a decenas de miles (seguramente más) de reacciones químicas que tienen lugar en todas y cada una de nuestras células, sin que seamos consciente de ellas. Para hacer posible su estudio, los científicos han agrupado estas reacciones en dos grandes grupos: 

ANABOLISMO: a partir de moléculas sencillas (aminoácidos, monosacáridos = CH sencillos, ácidos grasos, nucleótidos) se “construyen” macromoléculas (proteínas, polisacáridos = CH complejos, grasas, ácidos nucleicos). Se requiere un aporte energético generalmente ATP y poder reductor (NADH+H+, NADPH + H+)

CATABOLISMO: se trata de reacciones donde se rompen los enlaces de grandes macromoléculas, para obtener moléculas más sencillas y durante las cuales se desprende energía, que normalmente se acumula en forma de ATP y poder reductor. 


Esta división simplista (hecha por criterios humanos), lleva a muchos al error de pensar que ambos tipos de reacciones no tienen lugar a la vez, o incluso que están separadas físicamente dentro de la célula. No siempre es así.

También induce a un error frecuente que es el de considerar a las reacciones catabólicas como algo “malo” deportivamente hablando (para el fisioculturismo en este caso). Tampoco es cierto. 

En cualquier célula del organismo, dado el elevado número de reacciones que tienen lugar simultáneamente, no se puede hablar de una célula en estado catabólico o de una célula en estado anabólico. La frase “tus células están catabolizando no es correcta” o al menos sí lo es, LO ES EN TODO MOMENTO, pues es imposible que en una célula no estén ocurriendo en mayor o menor medida reacciones catabólicas. 

¿Qué quiere decir eso?

Todas las células de nuestro cuerpo para vivir necesitan realizar reacciones catabólicas: el uso del glucógeno o de las grasas como “combustible” celular son un ejemplo de ello, pero también lo son el hecho de que en todos los tejidos del cuerpo, las células están renovándose (en algunos tejidos de forma muy activa), y para ello existe una destrucción de proteínas celulares, al mismo tiempo que se sintetizan otras nuevas. 

Los glóbulos rojos de nuestra sangre tienen una vida media de 120 días, las células de la piel apenas si viven unas semanas, el hueso es un tejido vivo, donde se forma y se destruye de manera continua la matriz ósea, las células del hígado también poseen una alta tasa de renovación… 

¿Y en el músculo? Pues más de lo mismo. Las proteínas que forman parte del músculo (actina y miosina sobre todo) están sometidas a un desgaste y por tanto, nuestro organismo forma y destruye estas proteínas de forma intensa (tanto más intensa cuanto mayor es el desgaste) siempre que le es posible (aquí entran factores como la edad, la alimentación, las hormonas, etc). Un cuerpo humano de tamaño medio y constitución normal puede requerir de alrededor de 400-500 gramos de proteína por día para satisfacer la tasa de renovación PERO DE ÉSTOS, ¾ PARTES SON DE ORIGEN ENDÓGENO. (es decir que los aminoácidos de las proteínas que se “destruyen” se vuelven a utilizar en la síntesis proteica). 


¿Cómo ocurre esto? 

Existe una estrecha regulación del conjunto de las reacciones de manera que una célula pueda reaccionar de manera adecuada frente a las condiciones ambientales o relacionadas con nuestro propio medio interno, a fin de mantener en todo momento un control del metabolismo. Esta regulación se produce de varias maneras. A continuación destacamos (sin profundizar) algunos de los factores que modulan dicha actividad:


– Disponibilidad del sustrato. (simplificando: si una célula muscular necesita obtener energía, utilizará un determinado sustrato, por ejemplo GLUCOSA siempre y cuando esté presente en la célula)

– Compartimentalización (para entendernos: la OXIDACIÓN DE LOS ÁCIDOS GRASOS es un conjunto de reacciones que sirven para obtener la energía contenida en sus enlaces: este proceso ocurre en el interior de las mitocondrias; la SÍNTESIS DE ÁCIDOS GRASOS, proceso que podríamos entender como el contrario al anterior ocurre en el citoplasma, de esta manera se evita que ambos procesos interfieran uno en el otro)

– Regulación enzimática: un enzima es una molécula (normalmente una proteína) que acelera (o hace posible bajo ciertas condiciones) las reacciones químicas y que no se consume durante la reacción; estas moléculas están “activas” o no dependiendo de señales (generalmente también señales “químicas”, concentración del producto final, proteínas fosforiladas, unión de otras moléculas, etc)

– Regulación nerviosa. (Un ejemplo: las señales eléctricas de los impulsos nerviosos pueden provocar que se activen determinados procesos químicos, como pueden ser los relacionados con la contracción muscular y que están mediados por la liberación de iones de Ca2+ desde el retículo sarcoplasmático de la célula muscular)

– Regulación hormonal (Punto clave de la regulación: las hormonas circulantes en sangre interaccionan con las células diana específicas y modifican de manera drástica los procesos metabólicos que tienen lugar en ellas)


¿Qué quiere decir todo esto?


Quiere decir que dependiendo del tipo de tejido que estemos estudiando (hígado, músculo, tejido adiposo, etc), dependiendo del tipo de moléculas que estudiemos (CH, grasas, proteínas, ácidos nucleicos), y de las necesidades del cuerpo en cada momento para mantener un cierto “equilibrio” u homeostasis, veremos como las células llevan a cabo un tipo preferente de reacciones químicas y al cabo de un tiempo, si las condiciones cambian, puede ocurrir que se de prioridad a las reacciones “contrarias”. 


¿Cómo saco partido a estos conocimientos?

Evidentemente durante un período importante de la preparación de cualquier culturista, el objetivo buscado es desarrollar la mayor masa muscular posible. Hay distintos tipos de rutinas y dietas para lograr dicho objetivo. Pero entender como funciona el metabolismo de los distintos tejidos, y como responden frente a las diferentes condiciones a las que son sometidos, hará que podamos comprender el porqué de algunos entrenamientos, y podamos realmente justificar la realización de ciertas acciones en nuestra dieta o rutina. 

Para simplificar al máximo vamos a analizar cuatro tejidos básicos sobre los cuales estudiaremos las distintas condiciones que se producen antes del ejercicio, durante el ejercicio y después del ejercicio. Son:


Tejido muscular. Nos referimos al conjunto del tejido muscular estriado (contracción voluntaria) que forman parte del aparato locomotor junto con huesos y ligamentos

Tejido hepático. El hígado es un órgano importantísimo tanto porque todos los nutrientes absorbidos en el intestino llegan a él a través del sistema porta-hepático, para ser procesados y distribuidos, como porque en él tienen lugar reacciones que no ocurren en otros tejidos. 

Tejido adiposo. Su función principal es la de almacenar energía en forma de triglicéridos (un 65 % del total), servir de de reserva, aislante térmico y mecánico al cuerpo.

Sangre. A través de este tejido “líquido” se transportan los nutrientes, las hormonas, y además sirve de referencia a la hora del control del pH y de otras sustancias como el lactato y los cuerpos cetónicos.

No hay que olvidar que la acción de las hormonas u otras sustancias presentes en el torrente sanguíneo son cruciales en todos los procesos que se describen a continuacón.



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