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Introducción
La disfunción eréctil (DE) se define como la incapacidad persistente para lograr o mantener una erección suficiente que permita una actividad sexual satisfactoria. Aunque la prevalencia de la DE aumenta con la edad, no es un problema exclusivo de los mayores.
Estudios clínicos indican que hasta un 25% de los hombres que buscan ayuda médica por DE tienen menos de 40 años, lo que evidencia que también en adultos jóvenes puede presentarse este trastorno (Capogrosso et al., 2013). La DE puede afectar profundamente la calidad de vida del hombre y de su pareja, influyendo en la autoestima y en las relaciones interpersonales.
Además, en muchos casos la DE es un síntoma sentinela de otros problemas de salud subyacentes: se ha asociado fuertemente con enfermedad cardiovascular y metabólica, pudiendo preceder en años a la aparición de síntomas cardíacos.
Por ello, entender la DE en profundidad es importante tanto para abordar el bienestar sexual como para detectar condiciones médicas ocultas.
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Mecanismos fisiopatológicos
Una erección es el resultado de un complejo evento neurovascular modulado por factores psicológicos y hormonales (Dean & Lue, 2005). En condiciones normales, ante la estimulación sexual (ya sea física, visual, mental o táctil), el cerebro y la médula espinal activan vías nerviosas parasimpáticas que liberan neurotransmisores en el pene.
En particular, se libera óxido nítrico (NO) desde las terminaciones nerviosas y células endoteliales del tejido eréctil. El NO desencadena una cascada bioquímica en el músculo liso de los cuerpos cavernosos: activa la enzima guanilato ciclasa, aumentando los niveles de GMP cíclico, lo que produce relajación del músculo liso y dilatación de las arterias penianas. Como resultado, aumenta el flujo sanguíneo hacia los espacios sinusoidales de los cuerpos cavernosos del pene (Yafi et al., 2016).
La sangre llena estos sinusoides, expandiéndolos; las venas que drenan el pene quedan comprimidas contra la túnica albugínea (la envoltura fibrosa del pene), reduciendo el egreso de sangre. Este mecanismo de oclusión venosa permite que la presión dentro del pene se eleve sustancialmente, produciendo la rigidez característica de la erección (Dean & Lue, 2005). Durante este proceso, el pene pasa por fases: una fase de llenado y tumescencia, luego una fase de erección completa (con presión intracavernosa ~100 mmHg que eleva el pene) y finalmente una fase de rigidez máxima, donde contracciones reflejas de los músculos perineales (isquiocavernoso y bulboesponjoso) aumentan aún más la presión intracavernosa, aportando firmeza adicional.
Detumescencia: La erección termina cuando cesa la estimulación sexual o intervienen estímulos simpáticos (por ejemplo, durante el orgasmo).
El sistema nervioso simpático libera noradrenalina, que contrae el músculo liso cavernoso y las arterias, reduciendo la entrada de sangre. A la vez, la enzima fosfodiesterasa tipo 5 (PDE5) degrada el GMP cíclico acumulado, revirtiendo la vasodilatación. Se reabren los canales venosos de drenaje y la sangre abandona el pene, volviendo éste al estado flácido. Cualquier alteración en las etapas de este proceso puede resultar en DE: si la señal neural es insuficiente, si la liberación de NO o la respuesta vascular es inadecuada, o si el mecanismo venoso falla (provocando una fuga de sangre), la erección no será posible o no se mantendrá.
Causas físicas u orgánicas
En los hombres de 20 a 50 años, una proporción importante de DE tiene componentes orgánicos. Las causas orgánicas principales se dividen en varias categorías:
- Vasculares: Constituyen la causa orgánica más frecuente de DE en general. Incluyen cualquier trastorno que afecte el flujo sanguíneo del pene. La arteriosclerosis (endurecimiento y obstrucción de las arterias) por factores de riesgo como hipertensión, diabetes mellitus, colesterol elevado y tabaquismo puede reducir la perfusión sanguínea del tejido eréctil. De hecho, la disfunción endotelial asociada a estas condiciones limita la liberación de NO y la capacidad de las arterias penianas para dilatarse (Yafi et al., 2016). La hipertensión arterial mal controlada aproximadamente duplica el riesgo de DE, y aún más si se añaden efectos adversos de fármacos antihipertensivos (Gupta et al., 2011). La diabetes mellitus es especialmente relevante: hombres diabéticos tienen un riesgo alrededor de 3 veces mayor de DE, y a menudo ésta aparece 5-10 años antes que en hombres no diabéticos (Colombo et al., 2015). La hiperglucemia crónica daña los vasos y también los nervios (neuropatía diabética), un doble impacto sobre la función eréctil. Otro problema vascular es la llamada fuga venosa: ocurre cuando las venas del pene no logran comprimirse adecuadamente durante la erección, permitiendo que la sangre escape prematuramente del tejido eréctil. Esta condición puede asociarse a defectos en la túnica albugínea (fibrosis, traumatismos, enfermedad de Peyronie) o disfunción del músculo liso cavernoso. El resultado son erecciones que se inician pero no se mantienen por mucho tiempo (el pene pierde rigidez rápidamente por el escape venoso).
- Neurológicas: Un adecuado funcionamiento nervioso es esencial. Lesiones o enfermedades del sistema nervioso pueden interrumpir las vías que generan la erección. Por ejemplo, lesiones de la médula espinal (traumatismos vertebrales, accidentes de tráfico, etc.) a ciertos niveles suelen provocar DE al desconectar los centros reflejos sacros que controlan la erección. Enfermedades neurodegenerativas o desmielinizantes como la esclerosis múltiple también pueden dañar las vías nerviosas involucradas. La neuropatía periférica, ya sea diabética u originada por alcoholismo crónico, puede afectar los nervios cavernosos que estimulan la dilatación arterial. Además, cirugías pélvicas o prostáticas radicales (por cáncer de próstata) a veces lesionan los nervios cavernosos que discurren muy cerca de la próstata y la vejiga; esto es una causa reconocida de DE iatrogénica en varones operados, incluso en la franja de los 50 años. Otros ejemplos incluyen lesiones neurológicas por hernias discales, ictus (accidente cerebrovascular) que afecten el centro parietal o frontal (involucrados en la respuesta sexual), o incluso compresión nerviosa transitoria por ciertas posturas (por ejemplo, ciclismo de competición prolongado se ha asociado a DE transitoria, dado que la presión del asiento puede lesionar vasos y nervios del perineo).
- Hormonales: El principal factor hormonal en la erección es la testosterona, hormona sexual masculina. Aunque la erección en sí es fundamentalmente un evento vascular y neurológico, niveles adecuados de testosterona facilitan la función eréctil de varias maneras. La testosterona promueve el deseo sexual (libido) –el cual inicia con la activación central el proceso eréctil– y además ejerce efectos directos en el tejido eréctil: favorece la producción de NO al actuar sobre la enzima NO-sintasa en células endoteliales y neuronales, y reduce la actividad de vías contráctiles como la vía RhoA-Rho-quinasa en el músculo liso (Corona et al., 2018). Un nivel bajo de testosterona (hipogonadismo) puede provocar disminución del deseo sexual, erecciones matutinas menos frecuentes y en algunos casos DE resistente a tratamientos convencionales. Se estima que entre los 40 y 50 años, un porcentaje significativo de hombres (alrededor del 5-10%) puede presentar déficit de testosterona, a menudo asociado a obesidad o síndrome metabólico (Bhasin et al., 2018). Otras alteraciones endocrinas que causan DE incluyen el hiperprolactinemia (niveles elevados de prolactina, por un tumor hipofisario o ciertos fármacos), la cual inhibe la secreción de testosterona y disminuye el deseo sexual; y disfunciones tiroideas: el hipotiroidismo suele asociarse a bajo deseo y DE, mientras que el hipertiroidismo también puede afectar la erección por aumento de la globulina ligadora de hormonas sexuales que reduce la fracción libre de testosterona (Mazzaferri, 2000). Corregir estas alteraciones hormonales puede revertir la DE en muchos casos, por lo que siempre se investigan en la evaluación médica.
- Anatómicas: Cualquier cambio estructural en el pene que interfiera con la hemodinámica normal puede producir DE. Un ejemplo es la enfermedad de Peyronie, en la cual se forman placas fibrosas en la túnica albugínea del pene, causando curvaturas durante la erección y dolor. Estas placas pueden dificultar la oclusión venosa adecuada o causar dolor que impida el acto sexual. En casos severos, la deformidad impide la penetración. Otras causas anatómicas menos frecuentes incluyen malformaciones congénitas, secuelas de traumatismos penianos (fractura de pene mal reparada), o fibrosis cavernosa severa (por priapismo prolongado o inyecciones intracavernosas mal administradas). Aunque las causas anatómicas no son muy comunes en jóvenes, la Peyronie sí puede presentarse en hombres en la cuarentena y es un factor de DE.
En general, las causas orgánicas frecuentemente coexisten. Los factores vasculares, neurológicos y hormonales se potencian entre sí: por ejemplo, un hombre de 50 años obeso y diabético puede tener componente vascular y neuropático, sumado a testosterona algo baja; además, puede empezar a generarse ansiedad por el desempeño debido a los fallos ocasionales, añadiendo un componente psicológico (DE mixta). Por eso, actualmente se reconoce que la mayoría de los pacientes con DE tienen un cuadro de origen multifactorial (Yafi et al., 2016). No obstante, es útil identificar el factor predominante en cada caso para orientar el tratamiento.
Factores psicológicos
En hombres jóvenes y de mediana edad, los factores psicológicos juegan un papel fundamental en la función eréctil. Una erección adecuada requiere no solo de integridad física sino también de un estado mental propicio. El proceso sexual inicia en el cerebro; emociones, estrés y cogniciones pueden interferir o facilitar la respuesta eréctil a través de vías neurológicas. Entre los factores psicológicos más comunes asociados a DE destacan:
- Ansiedad de desempeño: Es quizá la causa psicógena más frecuente de DE en hombres menores de 40-50 sin enfermedades orgánicas significativas. Consiste en un círculo vicioso: tras una primera falla eréctil (que puede ser circunstancial), el individuo desarrolla un temor intenso a volver a “fallar” en encuentros sexuales posteriores. Esta ansiedad anticipatoria activa el sistema simpático antes o durante la relación sexual, elevando los niveles de adrenalina en sangre. La noradrenalina liberada en el pene contrarresta la relajación del músculo liso, inhibiendo la erección (es el mismo mecanismo que causa la detumescencia). De este modo, el miedo al fracaso se vuelve profecía autocumplida. Clínicamente, la DE psicógena situacional suele manifestarse con erecciones normales en otras circunstancias (por ejemplo, erecciones matutinas o durante la masturbación) pero falla en situaciones específicas –por ejemplo, con una nueva pareja o bajo presión. Esto la distingue de causas orgánicas, donde la DE tiende a ser constante en todas las situaciones. La ansiedad de desempeño puede presentarse incluso en hombres muy jóvenes sin experiencia sexual o tras eventos estresantes en la vida sexual (p. ej., infidelidades, comentarios negativos de la pareja, uso de condón problemático, etc.).
- Estrés crónico: El estrés laboral, financiero o familiar sostenido puede contribuir a DE. El estrés aumenta la liberación de cortisol y activa una respuesta simpática persistente que no es propicia para la función sexual. Estrés y fatiga disminuyen la libido y pueden dificultar la concentración en la experiencia erótica. Además, el estrés prolongado se asocia a problemas como insomnio, irritabilidad y hábitos poco saludables (fumar más, mala alimentación) que indirectamente empeoran la función eréctil. Una mente ocupada en preocupaciones externas dificulta la activación de los centros cerebrales del deseo.
- Depresión y otros trastornos del estado de ánimo: La depresión mayor conlleva con frecuencia una marcada caída de la libido y puede causar DE incluso cuando hay deseo (falla la respuesta fisiológica). La baja autoestima, la apatía y la pérdida de interés propias de la depresión disminuyen la motivación sexual. Estudios sugieren que hombres con depresión tienen mayor incidencia de DE, y viceversa; se genera un ciclo donde la insatisfacción sexual puede agravar el estado depresivo. Trastornos de ansiedad generalizada, trastorno de estrés postraumático (especialmente si el trauma fue de índole sexual) y otros problemas psicológicos también pueden manifestarse en el área sexual.
- Problemas de pareja o factores relacionales: La dinámica emocional entre el hombre y su pareja influye notablemente. Conflictos de pareja no resueltos, falta de atracción hacia la pareja, infidelidades o falta de confianza pueden reflejarse en dificultades eréctiles situacionales (relacionadas solo con esa pareja). La falta de estimulación adecuada o discrepancias en las preferencias sexuales también pueden llevar a una respuesta eréctil deficiente. Es importante evaluar si la DE ocurre con todas las parejas o solo en ciertas situaciones.
- Factores culturales o de educación sexual: Sentimientos de culpa, vergüenza o creencias negativas sobre el sexo inculcadas por la cultura o religión pueden generar bloqueos inconscientes a la respuesta sexual. Hombres con una educación muy restrictiva, o expectativas poco realistas (por consumo de pornografía, por ejemplo) pueden experimentar DE al enfrentarse a la realidad. Asimismo, el miedo al embarazo o a contraer enfermedades de transmisión sexual puede inhibir la relajación necesaria para la erección.
Un rasgo típico de la DE predominantemente psicógena es su inicio súbito y asociado a algún evento estresor, a diferencia de la DE orgánica que suele ser insidiosa y progresiva. Además, en la DE psicógena a menudo persisten las erecciones involuntarias nocturnas o matutinas (indicando integridad fisiológica), mientras que en la DE orgánica estas suelen estar ausentes o reducidas. Es importante señalar que con frecuencia coexisten factores psicológicos y orgánicos. Por ejemplo, un hombre con diabetes puede tener un componente físico de DE, pero a la vez desarrollar ansiedad por su rendimiento sexual. Por ello, el abordaje exitoso suele requerir contemplar ambos aspectos.
Fármacos afectan la función eréctil
Diversos medicamentos de uso común pueden provocar o agravar la DE como efecto secundario, al interferir con los mecanismos antes descritos. Entre los más conocidos se encuentran:
- Antihipertensivos: Algunos fármacos para la presión alta, en particular los betabloqueantes (como propranolol, atenolol) y los diuréticos tiazídicos (hidroclorotiazida), han sido asociados con DE. La razón es que pueden reducir el flujo sanguíneo periférico o interferir en la respuesta neurológica de la erección. Sin embargo, no todos los antihipertensivos son iguales: los IECA y antagonistas de receptor de angiotensina tienden a tener menos impacto negativo, e incluso los alfabloqueantes (doxazosina, terazosina) usados en hipertensión o hiperplasia prostática pueden mejorar las erecciones al favorecer la vasodilatación. Aun así, el mal control de la presión en sí también daña la función eréctil, por lo que siempre se busca un balance en el manejo.
- Antidepresivos y psicotrópicos: Los inhibidores selectivos de la recaptación de serotonina (ISRS) –como sertralina, paroxetina, fluoxetina– utilizados para depresión y ansiedad, causan con mucha frecuencia disfunciones sexuales. Su efecto de aumentar la serotonina central puede inhibir la libido y dificultar la erección y el orgasmo (muchos hombres reportan erecciones menos firmes y anorgasmia con estos fármacos). Antidepresivos de otras clases como los tricíclicos (amitriptilina) o los inhibidores de la MAO también pueden afectar la función sexual. Entre los antipsicóticos, especialmente los típicos antiguos (haloperidol) y algunos atípicos (risperidona), el problema suele ser el aumento de prolactina y la sedación, llevando a disminución de testosterona y libido. Los benzodiacepinas (sedantes como diazepam, clonazepam) pueden causar DE debido a la relajación excesiva y la reducción de la percepción de estímulos sexuales, aunque disminuyen la ansiedad; en general no son una solución viable para DE porque tienden a empeorar la respuesta eréctil.
- Fármacos hormonales o para próstata: Medicamentos como la finasterida o dutasterida (usados en hiperplasia prostática benigna o alopecia androgenética) bloquean la conversión de testosterona a su forma activa (DHT). Un porcentaje de hombres en terapia prolongada con estos fármacos reporta DE, disminución de libido e incluso efectos persistentes tras suspenderlos (síndrome posfinasterida, poco frecuente). Asimismo, tratamientos antiandrogénicos (p.ej., para cáncer de próstata, como acetato de ciproterona, análogos de GnRH) casi siempre conllevan DE severa al suprimir la testosterona. Los esteroides anabólicos que algunos varones jóvenes usan ilícitamente para ganar masa muscular pueden a corto plazo aumentar la libido, pero conllevan supresión de la producción endógena de testosterona; al discontinuarlos abruptamente, el estado de hipogonadismo resultante produce DE marcada hasta que se recupera el eje hormonal (lo cual puede tardar meses o requerir intervención médica).
- Otros medicamentos: Diversos fármacos más pueden contribuir a DE: algunos antihistamínicos y antieméticos (p.ej., cimetidina, metoclopramida) elevan prolactina o tienen efecto sedante; medicamentos opioides para dolor crónico reducen la testosterona y la libido cuando se usan a largo plazo; estatinas y fibratos para colesterol tienen reportes aislados de DE (aunque en otros casos mejorar el perfil lipídico ayuda a la erección; el impacto directo es controversial). Algunos quimioterapéuticos y tratamientos para enfermedades como la esclerosis múltiple o el Parkinson pueden también afectar la función sexual por mecanismos variados.
- Sustancias recreativas: El alcohol tiene un efecto bifásico: en cantidades pequeñas puede reducir la ansiedad y desinhibir, pudiendo facilitar la erección; pero el consumo excesivo inhibe la respuesta central y periférica, causando la típica “impotencia alcohólica” aguda en episodios de embriaguez. A largo plazo, el alcoholismo crónico daña el hígado (afectando el metabolismo hormonal), produce neuropatía periférica y reduce testosterona, todo lo cual favorece la DE crónica. El tabaco es un enemigo de la erección: la nicotina y los tóxicos del cigarrillo causan vasoconstricción y daño endotelial, disminuyendo la disponibilidad de NO. Hombres fumadores tienen riesgo significativamente mayor de DE vascular, proporcional al número de cigarrillos diarios. Otras drogas recreativas también influyen: la marihuana puede provocar disfunción erectil en algunos usuarios crónicos (por alteraciones hormonales y de motivación), los opioides (heroína) causan supresión hormonal, y estimulantes como la cocaína o metanfetaminas aunque a veces aumentan el deseo de forma aguda, a largo plazo perjudican la función sexual y vascular.
En síntesis, la evaluación de un paciente con DE siempre incluye la revisión de su medicación actual y hábitos. Identificar un fármaco causante puede permitir resolver la DE simplemente ajustando el tratamiento (por ejemplo, cambiando un antihipertensivo por otro de menor impacto sexual, o tratando efectos secundarios de un antidepresivo). Del mismo modo, abordar hábitos tóxicos como el tabaquismo o abuso de alcohol es clave, pues su eliminación suele mejorar la función eréctil significativamente con el tiempo.
Tratamientos farmacológicos de la disfunción eréctil
El manejo farmacológico de la DE ha avanzado enormemente desde finales del siglo XX, transformando el panorama terapéutico. Actualmente, existen tratamientos orales de primera línea altamente efectivos, así como opciones de segunda línea (inyecciones, supositorios uretrales) y terapias hormonales para casos específicos. Además, se investigan nuevas moléculas y terapias emergentes para aquellos pacientes que no responden a las opciones tradicionales. En esta sección describiremos los principales fármacos utilizados, su mecanismo de acción, indicaciones y consideraciones especiales, así como algunos tratamientos experimentales o alternativos que han mostrado resultados en estudios.
Inhibidores de la Fosfodiesterasa tipo 5 (PDE5)
Los inhibidores de la PDE5 revolucionaron el tratamiento de la DE tras la introducción del sildenafilo (Viagra) en 1998. Desde entonces, se convirtieron en la terapia de primera línea para la mayoría de los hombres con DE, dada su eficacia, seguridad y facilidad de uso. Este grupo incluye, además de sildenafilo, a tadalafilo (Cialis), vardenafilo (Levitra) y avanafil (Spedra/Stendra), entre otros.
Mecanismo de acción: Estos fármacos actúan bloqueando la enzima PDE5 en el tejido cavernoso del pene. Recordemos que durante la erección el NO produce GMP cíclico para relajar el músculo liso. La PDE5 es la encargada de degradar el GMPc; al inhibirla, los niveles de GMPc se mantienen elevados por más tiempo. El resultado es una relajación más prolongada y pronunciada de las arterias y el músculo liso cavernoso, facilitando y manteniendo el flujo de sangre necesario para la erección (Hatzimouratidis et al., 2010). Es importante destacar que estos fármacos requieren estimulación sexual para funcionar: no causan erección por sí solos, sino que potencian la respuesta fisiológica al estímulo sexual. En ausencia de excitación (y por tanto de liberación de NO), su efecto es mínimo.
Eficacia: Los IPDE5 han demostrado tasas de éxito elevadas. Por ejemplo, meta-análisis han mostrado que alrededor del 70-80% de los hombres logran mejoras significativas en su función eréctil con estos medicamentos, comparado con ~25-30% en grupos placebo (Gross et al., 2001). En ensayos clínicos, sildenafilo logró erecciones suficientes para relaciones sexuales en ~75% de los casos, vardenafilo en ~70%, tadalafilo en porcentajes similares, siempre muy superiores al placebo (Goldstein et al., 1998; Porst et al., 2001). No se observan diferencias drásticas en eficacia entre las moléculas, por lo que la elección suele basarse en la duración de acción y la tolerancia individual. Tadalafilo destaca por su vida media larga (hasta 36 horas de efecto), lo que le ganó el apodo de “la pastilla del fin de semana” y permite más espontaneidad. Sildenafilo y vardenafilo duran ~4-6 horas con un inicio de acción a los 30-60 minutos, mientras que avanafil tiene un inicio más rápido (~15-30 min) y dura ~6 horas. La preferencia del paciente puede depender de la rapidez deseada, si planea usarlo en ayunas (sildenafilo y vardenafilo pueden retrasarse con comidas grasas), y de cómo tolere los efectos secundarios.
Seguridad y efectos secundarios: En general son fármacos bien tolerados. Los efectos adversos más comunes derivan de su acción vasodilatadora sistémica e incluyen cefalea, rubor facial (enrojecimiento), congestión nasal, dispepsia (indigestión) y a veces mareo leve. Estos síntomas suelen ser leves y transitorios. Un efecto específico de sildenafilo y vardenafilo es la alteración visual (visión azulada o borrosa) en algunos pacientes, debido a que también inhiben ligeramente la fosfodiesterasa tipo 6 presente en la retina; este efecto es dosis-dependiente y reversible. Tadalafilo puede ocasionar dolores musculares o de espalda en un pequeño porcentaje (por inhibición de PDE11 en músculo esquelético), pero raramente llevan a suspender el fármaco. Un efecto muy infrecuente pero grave es la priapismo (erección prolongada >4 horas), que constituye una urgencia médica; sin embargo, con las dosis recomendadas esto casi nunca ocurre salvo en combinación con otros medicamentos erectógenos.
El aspecto más crucial de seguridad es que los IPDE5 están contraindicados con nitratos (medicamentos usados en angina de pecho, como nitroglicerina o mononitrato de isosorbide). La combinación puede provocar una caída peligrosa de la presión arterial. Asimismo, se recomienda precaución si se usan conjuntamente con alfabloqueantes para hipertensión o próstata, ya que ambos son vasodilatadores: puede ocurrir hipotensión postural; para minimizarlo se inicia con dosis bajas y se espacian en el tiempo las tomas. En pacientes con enfermedad cardíaca severa no controlada (angina inestable, insuficiencia cardíaca avanzada) la actividad sexual en sí puede ser un riesgo, por lo que se debe estabilizar al paciente antes de indicar cualquier terapia para DE.
Uso clínico: Los inhibidores de PDE5 se utilizan a demanda, es decir, el hombre los toma antes de la relación sexual esperada. Sildenafilo y vardenafilo se recomiendan unos 30-60 minutos antes; avanafil, unos 15-30 min antes; tadalafilo unos 30 min antes pero debido a su larga duración el tiempo exacto es menos crítico (muchos lo toman en la mañana para estar cubiertos todo el día). La absorción de sildenafilo y vardenafilo se retrasa con comidas abundantes o grasas, por lo que suelen tomarse en ayunas o con un refrigerio ligero; tadalafilo y avanafil no tienen tanta restricción alimentaria. Las dosis deben individualizarse: por ejemplo, sildenafilo 50 mg es estándar, pudiendo subir a 100 mg o bajar a 25 mg según eficacia y tolerancia. Tadalafilo se suele usar 10 mg estándar o 20 mg si es necesario. Una modalidad alternativa es el tadalafilo diario en dosis bajas (2.5–5 mg diarios), útil en pacientes con actividad sexual muy frecuente o espontánea, o que también tengan síntomas urinarios por hiperplasia prostática (ya que tadalafil diario ayuda en ambos problemas). Esta pauta diaria mantiene niveles constantes del fármaco, creando la posibilidad de erección en cualquier momento sin planificación.
En suma, los IPDE5 han simplificado enormemente el tratamiento de la DE y son efectivos en la mayoría de los casos independientemente de la causa (vasculogénica, psicógena, mixta). No obstante, fallan en alrededor de 20-30% de los pacientes. Las fallas pueden deberse a causas severas no corregibles (neuropatía grave, daño arterial extenso), a uso incorrecto (p. ej., no esperar suficiente tiempo, no haber estimulación sexual) o a factores como un hipogonadismo no tratado. En los no respondedores, se debe revisar estas posibles causas, optimizar condiciones (tratar testosterona baja si aplica, mejorar factores vasculares) e intentar nuevamente. Si definitivamente no funcionan o no se pueden usar, se pasa a terapias de segunda línea.
Terapia hormonal con testosterona
La terapia de reemplazo de testosterona (TRT) está indicada en hombres con DE cuando se comprueba que existe un hipogonadismo (niveles de testosterona anormalmente bajos) acompañado de síntomas. No es un tratamiento de primera línea para la DE en general, pero en aquellos pacientes cuyo problema eréctil está relacionado con déficit hormonal, la corrección de este déficit puede mejorar significativamente la función sexual. Además, la testosterona adecuada puede potenciar la respuesta a los IPDE5 en casos que antes no respondían.
Indicaciones: Se debe medir la testosterona en sangre (preferiblemente por la mañana, que es el pico diario). Valores de testosterona total por debajo de ~300 ng/dL (10 nmol/L) suelen considerarse bajos, aunque cada laboratorio define sus rangos. Si un paciente con DE tiene testosterona baja y síntomas asociados (baja libido, fatiga, escasas erecciones matutinas), es un candidato a TRT una vez evaluadas las posibles causas del hipogonadismo. Debe distinguirse si es un hipogonadismo primario (testículos disfuncionales) o secundario (falla de la hipófisis), ya que esto influye en el manejo general. También es importante descartar causas corregibles como hiperprolactinemia, hipotiroidismo o uso de fármacos que reduzcan testosterona, antes de iniciar terapia de por vida.
Efectos en la erección: La testosterona restaurada a niveles normales puede mejorar varios aspectos: aumenta el deseo sexual, mejora la frecuencia de erecciones espontáneas y nocturnas, y como mencionamos, tiene efecto directo en el tejido eréctil (mejor función endotelial y muscular). En hombres hipogonádicos, la TRT a menudo mejora la rigidez y la capacidad de respuesta eréctil, aunque el grado de mejoría varía. Algunos estudios han mostrado que en varones con testosterona baja, añadir TRT puede convertir a respondedores a quienes antes no mejoraban con sildenafilo solo (Buvat et al., 2011). Sin embargo, si la DE se debe principalmente a factores vasculares severos, la testosterona por sí sola quizá no baste para restaurar las erecciones, aunque mejore la libido. Por ello, en la práctica, un enfoque común es combinar la TRT con un IPDE5 en las primeras fases del tratamiento: la testosterona tardará varias semanas en ejercer pleno efecto, mientras tanto el IPDE5 ayuda a la función eréctil. De hecho, guías endocrinológicas sugieren que al iniciar TRT en un hombre con DE, se puede prescribir en paralelo un inhibidor PDE5 (si no hay contraindicaciones) para brindar ayuda inmediata, ya que la recuperación sexual con testosterona puede tomar meses (Bhasin et al., 2018).
Formas de administración: La testosterona exógena viene en distintas presentaciones. Las más utilizadas son: inyecciones intramusculares (enantato o cipionato de testosterona, generalmente 200–250 mg cada 2 a 4 semanas; o undecanoato de testosterona de acción prolongada, 1000 mg cada 10-12 semanas), geles o parches transdérmicos de uso diario (que liberan alrededor de 5-10 mg al día a través de la piel) y formulaciones orales de undecanoato de testosterona (menos usadas globalmente). Cada forma tiene ventajas: las inyecciones producen picos altos pero separados, los geles dan niveles más estables pero requieren aplicación diaria. La elección depende de la preferencia, costo y tolerancia del paciente. Durante la TRT, se monitorean los niveles hormonales, síntomas y seguridad (hematocrito, antígeno prostático específico, función hepática en el caso oral, etc.). Importante: la TRT está contraindicada en cáncer de próstata activo o sospechado, y se usa con cautela en varones con poliglobulia, apnea del sueño no tratada o enfermedad cardíaca inestable.
Rol específico en distintos contextos: En jóvenes con hipogonadismo primario (p. ej., síndrome de Klinefelter) la TRT desde temprano puede prevenir la aparición de DE y mantener su función sexual normal. En hombres de mediana edad con “andropausia” o hipogonadismo tardío (síndrome de déficit de testosterona relacionado con la edad), la TRT puede mejorar la función eréctil si bien la DE en estos casos suele ser multifactorial. Cuando coexiste síndrome metabólico, la normalización de testosterona puede también ayudar a componentes metabólicos (disminuir grasa visceral, mejorar resistencia a insulina), impactando indirectamente de forma positiva en la salud vascular del pene.
En síntesis, la terapia con testosterona es una pieza clave cuando la DE se asocia a hipogonadismo. No se recomienda en hombres con niveles hormonales normales, ya que aportar testosterona extra no ha demostrado mejorar la DE de origen no hormonal y conlleva riesgos. Pero en el subgrupo adecuado, puede marcar la diferencia. Un ejemplo: un varón de 45 años con obesidad y diabetes puede tener testosterona en el límite bajo; tratarlo con testosterona (además de cambios de estilo de vida) puede incrementar su energía y deseo, facilitando que responda mejor al tratamiento oral para la DE y reduciendo la necesidad de opciones invasivas.
Otras opciones farmacológicas
Cuando la terapia oral falla o no es adecuada, se recurre a tratamientos locales que actúan directamente en el pene. La inyección intracavernosa de fármacos vasoactivos es la segunda línea clásica en DE. Consiste en inyectar en uno de los cuerpos cavernosos, mediante una aguja muy fina, sustancias que inducen erección al provocar vasodilatación local. El principal agente utilizado es la alprostadil (prostaglandina E1), aunque también se emplean combinaciones (con papaverina y fentolamina, conocido como trimix).
- Alprostadil intracavernoso: La prostaglandina E1 actúa sobre receptores en el músculo liso cavernoso, incrementando AMPc (vía distinta al GMPc) y produciendo relajación muscular y vasodilatación intensa. Se prepara en solución y se inyecta en dosis que suelen oscilar entre 5 y 20 microgramos, titulando según la respuesta. Al no depender de la vía nerviosa ni de la NO/PDE5, este método puede lograr erecciones incluso en ausencia de estímulo sexual o en pacientes con lesión neurológica significativa. La erección típicamente aparece en 5 a 15 minutos tras la inyección. Estudios muestran que logra rigidez adecuada para penetración en aproximadamente 70-80% de los hombres con DE orgánica resistente a orales (Linet & Ogrinc, 1996). Es, por tanto, muy eficaz.Los efectos secundarios locales incluyen dolor peniano en hasta 50% de los usuarios (debido a la propia prostaglandina), lo cual a veces limita su aceptación. También puede ocurrir fibrosis en el sitio de punción si se inyecta siempre en la misma zona, por lo que se instruye rotar los lugares de inyección. El riesgo de priapismo existe si la dosis es excesiva, pero siguiendo la dosis adecuada es infrecuente. El paciente debe ser entrenado por el médico en la técnica de auto-inyección para minimizar molestias y complicaciones. Muchos hombres refieren aprensión inicial a pincharse el pene, pero con las agujas finas la mayoría lo tolera bien tras aprender, y los resultados positivos suelen motivarlos.
- Terapia transuretral (MUSE): Otra presentación de alprostadil es en forma de supositorio intrauretral (conocido como MUSE). Se introduce un aplicador en la uretra que deposita una microcápsula de alprostadil ~3 a 6 microgramos; la sustancia es absorbida a través de la uretra esponjosa hacia los cuerpos cavernosos. Su efectividad es menor que la inyección (produce erecciones satisfactorias en alrededor del 40-60% de pacientes) pero tiene la ventaja de no usar needles. Puede causar escozor uretral o dolor en pene, y en algunos casos leves síntomas vaginales en la pareja (por transferencia de prostaglandina). Debido a su eficacia más limitada y costo, se utiliza menos que la vía inyectada.
- Trimix y combinaciones: En pacientes que no responden a alprostadil solo, los especialistas en Medicina Sexual pueden recetar mezclas de tres drogas: alprostadil, papaverina (un vasodilatador) y fentolamina (un bloqueador alfa-adrenérgico). Cada una actúa por mecanismo distinto, logrando sinergia. El trimix suele ser muy eficaz incluso en casos severos de DE neurogénica (por ejemplo, tras una prostatectomía radical). Se formula en farmacias especializadas y se administra también por inyección. Requiere monitoreo ya que papaverina aumenta el riesgo de fibrosis peneana con uso crónico. Existe incluso “bimix” (papaverina+fentolamina) para quienes no toleran alprostadil. Estas combinaciones se adaptan en concentración según la respuesta del paciente.
En general, las inyecciones intracavernosas están indicadas cuando la terapia oral no funcionó o no puede usarse (p. ej., pacientes que toman nitratos para el corazón, donde los IPDE5 están prohibidos). También se usan en ciertas etiologías difíciles, como DE por lesión medular o diabetes grave, donde a veces son la única forma efectiva. Pese a su carácter más invasivo, tienen alta tasa de satisfacción en quienes las adoptan, porque devuelven la capacidad sexual con un control relativamente sencillo (el paciente se autoadministra en casa). La mayor barrera suele ser psicológica (miedo a la aguja) o logística.
Es importante recalcar que la terapia intracavernosa es reversible y de efecto local, por lo que tiene muy pocas contraindicaciones sistémicas. Debe evitarse en hombres con trastornos severos de coagulación o que por alguna razón no puedan manejar un posible priapismo. Pero incluso pacientes con cardiopatías pueden usarlas, ya que no alteran significativamente la presión sanguínea sistémica.
Otras terapias farmacológicas emergentes
Además de los tratamientos clásicos mencionados, existen otras opciones farmacológicas que, si bien no son de uso tan común, pueden considerarse en situaciones especiales o están en investigación:
- Apomorfina sublingual: La apomorfina es un agonista de receptores de dopamina que actúa a nivel del sistema nervioso central (en el hipotálamo) para estimular la respuesta sexual. Se desarrolló una formulación sublingual de acción rápida para DE psicógena o leve. Su ventaja teórica era evitar efectos vasculares directos y actuar vía estimulación central pro-libido/erección. Sin embargo, en la práctica su eficacia resultó inferior a la de los IPDE5 y sus efectos secundarios (náuseas, vómitos, mareos) limitaron la aceptación. Actualmente, la apomorfina no está ampliamente disponible para DE en muchos países, aunque en algunos se comercializó con dosis de 2-3 mg SL. Puede ser útil en ciertos pacientes que no toleran o no quieren PDE5i, pero su tasa de éxito ronda el 30-50%. Hoy día se emplea raramente.
- Yohimbina: Un antiguo remedio oral derivado de la corteza de Yohimbe, que actúa como antagonista de receptores alfa-2 adrenérgicos. Teóricamente aumenta el flujo sanguíneo al pene al bloquear receptores que tonifican la vasoconstricción. Históricamente se usó para DE psicógena leve. La evidencia científica de su eficacia es limitada; algunos pequeños estudios mostraron mejoría leve versus placebo, pero lejos del efecto de los tratamientos modernos (Melis & Argiolas, 1995). Aun así, la yohimbina se puede encontrar como suplemento nutricional en algunos lugares. Puede causar nerviosismo, insomnio y aumento de la presión arterial como efectos secundarios. No es un tratamiento de primera línea recomendado por guías actuales, pero vale mencionarlo como parte de la evolución histórica de las opciones.
- Vacío o dispositivos de erección por vacío: Si bien no es un «fármaco», es una terapia mecánica aprobada que merece ser incluida. Un dispositivo de vacío consiste en un cilindro que se coloca sobre el pene y, mediante una bomba (manual o eléctrica), extrae aire creando vacío; esto succiona sangre hacia el pene provocando la erección. Luego se coloca un anillo constrictor en la base del pene para mantener la sangre dentro al retirar el cilindro. Los dispositivos de vacío son efectivos en lograr rigidez suficiente en hasta 60-80% de los usuarios, independientemente de la causa de DE, puesto que fuerzan el llenado sanguíneo. Son particularmente útiles cuando las medicaciones están contraindicadas (p. ej., paciente con angina en nitratos) o no deseadas. Los inconvenientes incluyen que la erección lograda puede sentirse fría o poco natural, el anillo no debe dejarse más de 30 minutos por riesgo circulatorio, y algunos hombres y parejas los encuentran engorrosos o faltos de espontaneidad. Sin embargo, tienen la ventaja de ser no invasivos y sin efectos sistémicos. Muchos terapeutas los recomiendan como parte de la “rehabilitación peneana” tras cirugía de próstata, por ejemplo, para mantener oxigenación en el tejido cavernoso.
- Terapias en investigación y futuro: En los últimos años han surgido nuevas aproximaciones al tratamiento de la DE, buscando abordar casos resistentes o revertir la enfermedad subyacente más que solo paliar síntomas:
- Estimulación con ondas de choque de baja intensidad: Es una técnica no farmacológica que ha mostrado resultados prometedores. Se aplican ondas acústicas de baja intensidad sobre el pene, lo cual parece inducir angiogénesis (formación de nuevos vasos sanguíneos) y mejorar la hemodinámica peneana. Estudios y meta-análisis recientes indican que puede mejorar la función eréctil en hombres con DE vasculogénica moderada, con beneficios que duran varios meses (Dong et al., 2019). Aún se considera experimental en muchas guías, pero algunos centros la ofrecen especialmente a pacientes que responden pobremente a los medicamentos orales. La ventaja es su carácter no invasivo y ausencia de dolor (se realizan varias sesiones cortas, típicamente 2 por semana durante 3-6 semanas).
- Terapias regenerativas (células madre, plasma rico en plaquetas): La idea es que inyecciones intracavernosas de células madre (derivadas de médula ósea o tejido adiposo) puedan regenerar los tejidos dañados (nervios, endotelio) en DE por diabetes o post-cirugía. Igualmente, el plasma rico en plaquetas (PRP) autólogo se ha propuesto para mejorar la vascularización. Si bien hay informes iniciales y ensayos clínicos pequeños que sugieren mejoras, estas terapias aún carecen de evidencia sólida a largo plazo y se consideran experimentales.
- Nuevas moléculas orales: Se investiga la próxima generación de fármacos pro-erección. Entre ellos, agonistas de receptor de melanocortina (como bremelanotida, también conocida como PT-141), un péptido que actúa en el sistema nervioso central aumentando el deseo sexual y las erecciones reflejas. De hecho, la bremelanotida fue aprobada en 2019 para disfunción sexual en mujeres, y en varones ha mostrado inducción de erecciones pero con efectos secundarios (náuseas, subidas de presión); su modo de administración es inyección subcutánea antes del sexo. Otra línea son los activadores de guanilato ciclasa (como riociguat, fármaco para hipertensión pulmonar): trabajan similar a la NO, pero directamente estimulando la enzima productora de GMPc; podrían beneficiar a pacientes en quienes la vía NO está dañada (p. ej., diabetes severa). También se han probado inhibidores de Rho-quinasa (para reducir la contracción muscular del pene) y donadores de NO selectivos. Hasta la fecha, ninguno de estos ha desplazado a los PDE5i, pero el campo está activo.
- Formulaciones tópicas: Existe crema de alprostadil tópica para aplicar en el meato uretral (aprobada en Europa, p. ej. Vitaros®). Su eficacia es modesta pero puede mejorar erecciones leves. También se han probado geles con nitroglicerina en el pene (vasodilatador) con efecto limitado.
En suma, las soluciones farmacológicas para la DE abarcan desde las muy establecidas (PDE5i, testosterona, alprostadil) hasta opciones de rescate y futuras. La elección del tratamiento depende de la causa de la DE, la severidad, las contraindicaciones y las preferencias del paciente (por ejemplo, algunos pueden saltar directamente a una prótesis peneana –cirugía de tercera línea– porque buscan una solución permanente; otros prefieren evitar cirugía y explorar todas las opciones médicas antes).
Intervenciones no farmacológicas con respaldo científico
Además de los fármacos, hay estrategias no farmacológicas fundamentales para prevenir y mejorar la disfunción eréctil. De hecho, en casos leves o de inicio reciente, estas intervenciones pueden revertir la DE sin necesidad de medicamentos, y en casos establecidos potencian la eficacia de los tratamientos médicos. Son también medidas de salud general que benefician al paciente en múltiples aspectos. A continuación se detallan las intervenciones no farmacológicas más respaldadas por la evidencia científica y cómo influyen en la función eréctil:
Ejercicio físico
La actividad física es probablemente la intervención no farmacológica con mayor evidencia de efectividad en la mejoría de la DE de origen vascular. El ejercicio –especialmente el ejercicio aeróbico moderado-vigoroso– mejora la salud cardiovascular y endotelial global, lo que se traduce en mejor flujo sanguíneo en todas las arterias, incluyendo las del pene. Un meta-análisis sistemático encontró que realizar alrededor de 160 minutos semanales de ejercicio aeróbico (por ejemplo, 40 minutos 4 veces por semana) durante 6 meses se asoció a disminución significativa de los problemas de erección en hombres con DE debida a sedentarismo, obesidad, hipertensión o síndrome metabólico (Gerbild et al., 2018). El ejercicio ayuda a controlar peso, presión arterial, glucemia y perfil lipídico, reduciendo los factores de riesgo de arteriosclerosis en las arterias penianas. También aumenta la producción de óxido nítrico endotelial gracias a la mejora de la función vascular. Incluso a corto plazo, tras una sesión de ejercicio se observa vasodilatación mejorada (por incremento de NO).
Además del componente aeróbico, ejercicios de resistencia muscular pueden complementar el efecto al elevar la testosterona ligeramente de forma aguda (especialmente grandes grupos musculares). La combinación de ambos tipos de ejercicio es ideal. Para hombres con DE se suele recomendar empezar gradualmente si estaban sedentarios, alcanzando al menos 30 minutos al día de actividad moderada (como caminar rápido, trotar suave, ciclismo, natación) la mayoría de días de la semana. Un ejemplo de objetivo es cumplir con las guías de actividad de la OMS: 150 minutos semanales de ejercicio moderado o 75 minutos vigoroso. En estudios, hombres que incrementaron su condición física reportaron mejoras en el puntaje de la función eréctil (IIEF) y algunos recuperaron erecciones normales sin medicación.
Por otro lado, ejercicios específicos como los ejercicios de Kegel (fortalecimiento de la musculatura del suelo pélvico) han mostrado ser útiles en algunos casos de DE. Estos ejercicios consisten en contraer repetidamente los músculos perineales (como tratando de interrumpir la micción). Al fortalecer el músculo bulbocavernoso e isquiocavernoso, se mejora la rigidez y se facilita la compresión venosa durante la erección, ayudando a mantenerla. Un estudio encontró que un programa de ejercicios pélvicos durante 3 meses mejoró la función eréctil en hombres con DE idiopática leve a moderada (Dorey et al., 2005). Se suelen enseñar como complemento, ya que no tienen costos ni efectos adversos.
En resumen, el ejercicio físico actúa combatiendo las causas vasculares de la DE y también mejora el estado de ánimo, energía y autoestima, factores que influyen en la sexualidad. Es una intervención “ganar-ganar” que debe prescribirse como parte de cualquier plan de tratamiento de DE.
Alimentación y control del peso
La dieta incide fuertemente en la salud vascular y metabólica, por ende en la función eréctil. Se ha observado que hombres con patrones alimentarios de tipo dieta mediterránea o similares tienen menor incidencia de DE y mejor evolución cuando ya la padecen (Esposito et al., 2006; Bauer et al., 2020). La dieta mediterránea se caracteriza por alto consumo de frutas, verduras, legumbres, granos integrales, pescado, aceite de oliva y frutos secos; ingesta moderada de proteína animal (preferentemente aves y pescado, menos carnes rojas) y lácteos; y bajo consumo de alimentos ultraprocesados, azúcares añadidos y grasas saturadas. Este patrón dietético mejora la función endotelial, reduce inflamación sistémica y ayuda a mantener un peso saludable, todo lo cual favorece la erección.
En pacientes con síndrome metabólico, un estudio clínico mostró que tras 2 años siguiendo una dieta mediterránea supervisada, el índice de erección (IIEF) mejoró significativamente comparado con un grupo control en dieta estándar, y el 13% de los hombres en la dieta mediterránea recuperaron función sexual normal frente al 0% en controles (Esposito et al., 2006). Los autores atribuyen el efecto a la pérdida de peso lograda, mejora de sensibilidad a la insulina y perfil lipídico, y aumento en niveles de antioxidantes y L-arginina de la dieta que apoyan la vía del óxido nítrico. Asimismo, un gran estudio prospectivo (Health Professionals Follow-up Study) encontró que mayor adherencia a dietas saludables (Mediterránea o Índice de Alimentación Saludable) se asoció a un riesgo significativamente menor de desarrollar DE en hombres de mediana edad y mayores (Bauer et al., 2020). Aquellos con mejor calidad de dieta tenían hasta un 20-40% menos probabilidades de reportar DE nueva, tras ajustar por otros factores. Esto sugiere que una alimentación balanceada puede mantener la salud eréctil en el tiempo.
Por el contrario, la clásica “dieta occidental” rica en comidas rápidas, frituras, harinas refinadas, bebidas azucaradas y carnes procesadas está asociada a obesidad y enfermedad cardiovascular, y por tanto a mayor riesgo de DE. La obesidad en sí es un factor de riesgo independiente: los hombres obesos tienen aproximadamente 50-60% más probabilidad de sufrir DE que hombres de peso normal (Feldman et al., 2000). La grasa visceral en exceso no solo empeora la función vascular sino que reduce la testosterona (debido a la aromatización de testosterona en estrógenos en el tejido adiposo). Así, bajar de peso puede elevar la testosterona endógena y mejorar tanto deseo como respuesta eréctil.
Por tanto, se recomienda a hombres con DE adoptar una dieta cardioprotector y lograr un peso saludable (IMC idealmente <25). Esto implica: abundantes vegetales y frutas (aportan vitaminas, polifenoles y L-citrulina que pueden mejorar NO), proteína magra (pescado, pollo sin piel, legumbres), usar aceite de oliva como grasa principal, limitar las carnes rojas, embutidos, queso graso y dulces. También moderar la sal para la presión arterial. Si el paciente tiene deficiencias nutricionales (por ejemplo, baja ingesta de zinc, que es importante para función hormonal y presente en mariscos, carnes magras, nueces), corregirlas es beneficioso.
Cabe mencionar que ciertos alimentos y suplementos naturales han sido estudiados por posible efecto pro-eréctil. Por ejemplo, la sandía es rica en citrulina, un precursor de arginina que puede aumentar modestamente los niveles de arginina y NO (aunque comer sandía por sí sola no tendrá un efecto notorio a menos que se consuma en grandes cantidades). Ginseng rojo coreano ha mostrado en meta-análisis pequeñas mejorías en la función eréctil comparado a placebo, probablemente por efectos vasodilatadores y neuroendocrinos, aunque la calidad de evidencia es variable (Yafi et al., 2021). L-Arginina como suplemento oral, a dosis altas (3-5 g al día), podría mejorar la DE leve en algunos hombres al proveer más sustrato para NO; su efecto es más evidente si el sistema de NO no está muy dañado. Estos suplementos se consideran adyuvantes y no reemplazan los tratamientos convencionales, pero pueden ser recomendados con seguridad relativa en ciertos casos. Siempre es importante que un profesional guíe su uso para asegurar calidad del producto y evitar interacciones.
En definitiva, “somos lo que comemos” aplica también a la salud sexual. Un corazón sano y arterias limpias por buena alimentación redundan en un mejor rendimiento eréctil. A los pacientes con DE se les debe ofrecer educación nutricional, ya sea mediante consulta con nutricionista o materiales de apoyo, porque a largo plazo esta intervención puede no solo mejorar la DE sino prevenir progresión a impotencia completa y mejorar su expectativa de vida.
Control del estrés
El manejo del estrés psicológico es otro pilar en la recuperación de la función eréctil, especialmente cuando el estrés o la ansiedad han contribuido al problema. Como se explicó, el estrés crónico eleva hormonas (cortisol, adrenalina) que tienen efectos negativos en la función sexual. Por ello, implementar técnicas de reducción de estrés puede resultar en mejoras perceptibles de la calidad eréctil.
Existen varias aproximaciones efectivas:
- Técnicas de relajación y mindfulness: Entrenamientos en respiración profunda, relajación muscular progresiva, meditación mindfulness o yoga ayudan a rebajar el tono simpático general y a mejorar la conciencia corporal. Algunos estudios piloto han mostrado que hombres con DE que practicaron meditación mindfulness focalizada en las sensaciones sexuales reportaron menor ansiedad de desempeño y mejor función eréctil en comparativa con un grupo sin intervención. El mindfulness enseña a permanecer en el momento presente en vez de anticipar resultados, lo que contrarresta la ansiedad anticipatoria.
- Terapia cognitivo-conductual (TCC) individual: Si el paciente sufre estrés laboral o emocional significativo, acudir a terapia psicológica puede dotarlo de herramientas para manejar mejor esas cargas, lo cual indirectamente mejora su vida sexual. La TCC puede trabajar en reorganizar horarios, delegar tareas, practicar habilidades de afrontamiento del estrés, etc. También puede detectar problemas de autoestima o depresión enmascarada que estén afectando el deseo sexual y corregirlos. A veces la simple validación de las preocupaciones en un espacio terapéutico reduce su impacto somático.
- Mejorar la calidad del sueño: El estrés suele ir de la mano con insomnio o sueño insuficiente, y la privación de sueño reduce la producción de testosterona y la frecuencia de erecciones nocturnas. Dormir adecuadamente (7-8 horas de noche) es crucial para el equilibrio hormonal y la reparación corporal. Se debe aconsejar higiene del sueño; en casos necesarios, tratar clínicamente trastornos del sueño (por ejemplo, apnea del sueño con CPAP, insomnio crónico con terapia específica). Estudios han notado que hombres con apnea obstructiva tienen mayor DE y el tratamiento de la apnea mejora la erección en parte de ellos.
- Reducir el estrés específico durante el sexo: A veces estrategias sencillas en la intimidad ayudan. Por ejemplo, prolongar los juegos previos sin centrarse en la penetración, usar iluminación tenue o ambientes donde el paciente se sienta más cómodo, y sobre todo comunicación con la pareja sobre los gustos y temores puede aliviar la presión. Si el paciente teme el “fracaso”, planificar actividades sexuales donde la penetración no sea el foco (sexo oral, masajes eróticos) algunas veces quita la ansiedad y paradójicamente facilita luego la erección espontánea.
En resumen, un equilibrio psicoemocional favorece el terreno para una sexualidad satisfactoria. Es importante que los profesionales transmitan que buscar apoyo para manejar estrés no es algo trivial, sino parte integral de mejorar la salud sexual. En los casos donde la DE ha llevado a conflictos de pareja o evitación sexual, considerar también terapia de pareja es beneficioso para reestablecer la intimidad y confianza mutua.
Psicoterapia y educación sexual
Relacionada con el control del estrés pero merecedora de su apartado, la psicoterapia sexual es el tratamiento de elección para la DE de origen psicógeno y un complemento valioso incluso en DE orgánicas para abordar componentes psicológicos secundarios. Ya en los años 70, antes de la era del sildenafil, las terapias sexológicas (Masters y Johnson, Helen Kaplan) reportaban tasas de éxito del 50-80% en tratamiento de la “impotencia psicógena” mediante técnicas conductuales. Hoy día, contamos con una combinación de enfoques modernos:
- Terapia sexual cognitivo-conductual (TSCC): Aborda las creencias y actitudes negativas hacia la sexualidad, reduce la ansiedad de desempeño, mejora las habilidades sexuales y la comunicación en pareja. Incluye educación sexual (p. ej., desmontar la idea de que el hombre “siempre debe estar listo” o que usar ayuda médica es “antinatural”), técnicas para focalizarse en el placer en vez del desempeño (focalización sensorial), y tareas graduales que exponen al paciente a la actividad sexual sin presión de lograr coito inmediato. Es muy efectiva en DE situacional y en restablecer la confianza tras episodios de DE orgánica tratada. Alrededor de un 70-80% de pacientes con DE psicógena muestran mejoría significativa con TSCC y muchos mantienen la mejoría a largo plazo (Melnik et al., 2007).
- Psicoterapia individual de apoyo: En casos donde la DE ha afectado la autoestima o es parte de un cuadro depresivo, trabajar en psicoterapia estándar ayuda a mejorar la autoimagen y el estado de ánimo, factores que inciden en la libido y la respuesta sexual. Por ejemplo, un hombre que se siente menos “viril” o “valioso” por haber tenido DE puede caer en evitación sexual; la terapia puede reconstruir su autoestima independiente de la erección, y curiosamente esa seguridad recuperada facilita la función eréctil.
- Terapia de pareja: Muchas veces la DE afecta a dos personas, y es útil involucrar a la pareja en sesiones conjuntas. La pareja puede tener dudas (“¿ya no le gusto?”) o actitudes involuntariamente contraproducentes (sobreprotección o, al contrario, enojo). La terapia de pareja abre el canal de comunicación, promueve la empatía y colaboración. Se pueden pactar estrategias juntos, como eliminar presiones (decidir “por un mes no intentaremos penetración, solo disfrutaremos de caricias”), lo que quita ansiedad de ambos lados. Un entorno de apoyo y comprensión en la pareja acelera la recuperación de la intimidad.
- Grupos de apoyo o terapia grupal: Aunque menos común, existen en algunos lugares grupos de hombres con DE coordinados por terapeutas, donde comparten experiencias. Esto puede reducir el sentimiento de aislamiento o vergüenza al ver que es un problema común y superable. Algunos estudios (Melnik et al., 2007) sugirieron que la terapia grupal puede ser tan eficaz como la medicación oral en ciertos casos, con la ventaja de crear cambios de comportamiento duraderos.
En suma, la psicoterapia aborda la dimensión emocional y relacional de la DE, que es inseparable de la respuesta física. La educación sexual es parte integral: muchos hombres no conocen bien la fisiología sexual ni qué esperar con la edad, lo que lleva a interpretaciones catastróficas de fluctuaciones normales. Por ejemplo, saber que es normal no tener siempre erecciones firmes al 100% o que los pensamientos intrusivos pueden interferir, ayuda a no sobredimensionar una falla puntual. La educación también incluye explicar a la pareja que la DE del varón no significa falta de atracción hacia ella, evitando malentendidos.
Cabe aclarar que en DE de causa mayormente orgánica (p.ej., tras una cirugía pélvica), la terapia sexual no curará la lesión física, pero es útil para maximizar las capacidades remanentes, integrar el uso de dispositivos (como la prótesis o las inyecciones) en la vida sexual sin vergüenza, y mantener la intimidad de la pareja a pesar de la adversidad.
Conclusión
La disfunción eréctil en hombres de 20 a 50 años es un trastorno multifactorial que exige una visión amplia para su manejo. Comprender los fundamentos fisiológicos de la erección y las variadas causas (psicológicas, hormonales, neurológicas, vasculares, farmacológicas) permite individualizar el tratamiento para cada paciente. Las terapias farmacológicas como los inhibidores de PDE5 han facilitado enormemente el tratamiento, mientras que la testosterona, las inyecciones intracavernosas u otros medicamentos aportan soluciones en casos particulares. A la par, las intervenciones no farmacológicas –desde mejorar el estilo de vida hasta terapia sexual– juegan un rol indispensable, ya que atienden la raíz de muchos problemas y potencian cualquier tratamiento médico. Con un enfoque integrador y progresivo, la gran mayoría de los hombres con DE pueden recuperar una vida sexual satisfactoria. Además, tratar la DE brinda oportunidad de mejorar la salud global, dada la estrecha relación entre la función eréctil y el estado cardiovascular y metabólico. En conclusión, el abordaje de la DE va más allá de “recetar una pastilla”: implica educar, prevenir, acompañar en cambios de hábitos y, por supuesto, aplicar con pericia las herramientas farmacológicas y clínicas disponibles. El resultado exitoso es gratificante tanto para el paciente –que recobra confianza y bienestar– como para el profesional, al resolver un problema que involucra dimensiones íntimas y de salud integral.
Referencias
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